El Mercado de La Laguna llevaba algunos meses de reformas. Los puestos de flores los habían colocado fuera en la plaza. Pero no era lo mismo, estaban más “desangelados”. Por fin, han acabado las obras y este fin de semana fui a ver cómo había quedado todo. Nunca compro flores y sólo de vez en cuando alguna planta, pero cuando voy los sábados a comprar al mercado, me gusta curiosear y ver a los turistas sacando fotos como si el mercado fuera una gran cosa. Así que me apetecía que las obras acabaran para poder volver a realizar completo mi ritual mercadil de los sábados.
Pusieron suelo nuevo, más brillante, y montaron unas estructuras metálicas para que los puestos de flores pudieran colocar ordenadamente sus ramos y macetas. Pero a mí me gustaba más el batiburrillo de antes, el amasijo de colores y olores, los equilibrios de las tenderas, bailando de puntillas entre geranios y petunias, para llegar a los helechos del fondo.
Y ahora que ando planeando mis propias reformas internas, me he parado a pensar que quizá tampoco me guste el resultado final después de abrillantar y ordenar, y eche de menos mi batiburrillo habitual.
Pusieron suelo nuevo, más brillante, y montaron unas estructuras metálicas para que los puestos de flores pudieran colocar ordenadamente sus ramos y macetas. Pero a mí me gustaba más el batiburrillo de antes, el amasijo de colores y olores, los equilibrios de las tenderas, bailando de puntillas entre geranios y petunias, para llegar a los helechos del fondo.
Y ahora que ando planeando mis propias reformas internas, me he parado a pensar que quizá tampoco me guste el resultado final después de abrillantar y ordenar, y eche de menos mi batiburrillo habitual.