jueves, 29 de noviembre de 2007

APROX.

Ayer cumplí mi primer día de series… aproximadamente. Calculando mi frecuencia cardiaca máxima con la formulita de la edad, me daba que era de 176. (No hagan cuentas, ya se los digo yo, tengo 37). Me empapo el manual de instrucciones del reloj y programo: Tras el calentamiento, 4 series de 9 minutos entre el 75 y el 85% de mi frecuencia cardiaca máxima y 1 minuto de recuperación.

Poco después de empezar a calentar, mis pulsaciones ya están a 160. O sea, más altas que el 85%. Y, ojo, estaba calentando, es decir, trotando cómodamente, llevando bien la respiración, sin apurarme. Pero como es la primera vez que uso el pulsómetro pienso que quizá sea lo normal, que se suban tanto las pulsaciones y ya cuando calientas se bajan un poco. Nada, que acabo los 25 minutos de calentamiento y las pulsaciones a 160.

Pongo el reloj en marcha para las series y claro, enseguida empieza el pi pi pi pi, a avisarme que estoy por encima del margen marcado. Por despacio que intentara ir, el relojito que pi pi pi. Total, que terminé parándolo y montándome las series por mi cuenta. Y luego 15 minutitos más de postre.

A los que esto del correr ni les va ni les viene, dirán que vaya rollo. Pero como por aquí pasan reconocidos expertos, pues lo cuento para que me asesoren ¿Soy normal, doctor?

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Acabar bien mi primer maratón

Ya está puesto en mi nevera el plan para “acabar bien mi primer maratón”.
((¿Qué será eso de "acabar bien"?))
Y ya tiene su primera marquita: primer día del entrenamiento, OK.

Aunque lo de las pesas, como que no me he organizado aún y lo que pillé en casa fueron mis botas de nieve. No vean la pinta que tenía yo con las botas ésas de astronauta, haciendo repeticiones. Menos mal que no se enteró nadie. En fin, tendré que tomármelo más en serio porque me da que las botas son muy aparatosas, pero no pesan lo suficiente.

Lo que más me preocupa es si yo tendré tanto tiempo para dedicarle a este planning de entrenamiento, porque entre pitos, flautas, pesas, abdominales, estiramientos… se me van a ir completas tres tardes de la semana más el entreno largo del sábado o el domingo. En fin, que entre las otras cosas que TENGO que hacer y las otras cosas que QUIERO hacer, no sé si me van a dar las horas.

Pero esto de anunciarlo aquí y hacerlo público, es una manera de comprometerme a mí misma. Al menos, quiero intentarlo.

Me he puesto de plazo hasta fin de año para ver si soy capaz de seguir el plan. El 31 de diciembre, corriendo la San Silvestre, lo decido (aunque según el planning tocaría competir en una media maratón, a ver quién encuentra una ese fin de semana…). Si es que sí, me compro el billete para Valencia. Si es que no, ya será en otra ocasión.

martes, 20 de noviembre de 2007

jueves, 15 de noviembre de 2007

La felicidad (II)

Mi padre daba clases para adultos cuando yo era una niña. Recuerdo muchas tardes ir a esperarlo a la salida con mi madre. Y pedirle siempre que me dejara entrar a aquella alucinante cueva de los tesoros que era la pequeña habitación donde se guardaba el material escolar. Estanterías repletas de libretas de tapas color tejano, con ese olor a papel sin estrenar, lápices amarillos y negros, gomas de borrar con aroma de nata, sacapuntas metálicos cuya hojilla daba calambre en la lengua... Yo entraba en recogimiento, con el respetuoso silencio con el que se debe entrar a estos templos místicos de la humanidad. Alguna vez, mi padre me dejó llevarme una libreta.

martes, 13 de noviembre de 2007

10 minutos

He logrado resumir 28 horas en 10 minutos. Y me gusta el resultado.

Además, es mi primer video colgado en internet. ¡Pasen y vean, productores de Bollywood!

La verdad es que me lo he pasado bien haciéndolo. Y creo que refleja un poco el ambiente de la prueba.

Espero que no sea el último. (Ya tengo algunas ofertas de futuro...)

http://www.dailymotion.com/Marchador/video/5816405

La felicidad (I)

Al llegar con mis libros le conté a mi mujer mi maravilla de hallazgo.

- Pero Tatie, tienes que ir a pagar esta misma tarde-dijo ella.
- Claro que voy a ir-dije-. Iremos juntos. Y luego pasearemos por el río siguiendo los muelles.
- Iremos por la rue de Seine y entraremos en todas las exposiciones y miraremos los escaparates.
- Estupendo. Podemos ir a cualquier parte y nos metemos en un café nuevo donde nadie nos conozca y tomaremos una copa.
- Podemos tomar dos copas.
- Entonces también podemos cenar en alguna parte.
- Eso no. No olvides que hay que pagar en la librería.
- Bueno, volveremos y cenaremos aquí y tendremos una buena cena y para beber compraremos vino de Beaune de ese de la cooperativa de enfrente que marca el precio en el escaparate. Y luego leeremos un rato y nos iremos a la cama y haremos el amor.
- Y yo te querré siempre a ti y tú siempre a mí.
- Siempre. Y a nadie más.
- Seremos felices toda la tarde y toda la noche. Y ahora vamos a almorzar.
- Estoy muerto de hambre-dije-. He estado trabajando en el café y no he tomado más que un cortado.
- ¿Qué tal el trabajo?
- Me parece que bien. Veremos. ¿Qué hay para comer?
- Unos rábanos, y un buen foie de veau con puré de patatas y escarola. Y tarta de manzana.
- Y tendremos para leer todos los libros del mundo y cuando nos marchemos de viaje nos los podremos llevar.
- ¿Hay derecho a hacer eso?
- Claro que sí.
- ¿Tiene también a Henry James?
- Claro que sí.
- Hombre –dijo ella-. Qué suerte encontrar eso.
- Siempre estamos de suerte –dije, y como un necio no toqué madera. Y en un piso que tenía madera por todas partes.

París era una fiesta. Ernest Hemingway.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

Mi segunda media maratón

Ya me lo habían dicho. Varias veces. Que la media de Santa Cruz era más dura que la de La Laguna. Que hacía mucho calor, mucha humedad… Pero yo pensaba ¡exageraciones! Cómo va a ser más duro correr al lado del mar que a 600 metros de altitud. Pues sí, la verdad es que se me hizo muuuuy dura.

Aún así, empecé muy bien. Tuve el honor de contar con una liebre de prestigio. Nada menos que el internacional Bejota, que me hizo pasar por los 10 km en menos de 57 minutos. (Claro yo corriendo y él marchando). Yo iba tan contenta… Me sentía cómoda y pensé que, de seguir así, podría bajar los 2:04 de mi primera media e incluso bajar de 2 horas. Tuve tiempo hasta de dedicar unos segundos de recuerdo a Silvie, que corría ese mismo día nada menos que el legendario Maratón de Nueva York.


Pero ¡qué ilusa! La segunda parte de la carrera se me empezó a hacer más y más dura. El calor y la deshidratación me hicieron “pinchar”, cada vez iba más lenta. Si no es porque soy una cabezota, gustosamente me hubiera quedado al lado de una sombrita, en un puesto de avituallamiento a hincharme de agua. Los últimos 4 km se me hicieron interminables. Cada vez que Bejota me decía ¡Venga, que ya sólo quedan 4! ¡3!... le hubiera dado con un mazo en la cabeza, si hubiera podido pillarlo porque anda que camina rápido el tío. Y se me reiteraba un pensamiento una y otra vez ¡Ni de coña voy a un maratón! ¡Ni de coña voy a un maratón!

Finalmente crucé la meta en 2:06. Estaba hecha gofio!!! Un poco mareada y notando cómo las agujetas me inundaban por segundos.

En fin, después de beber, beber, comer, beber, beber y dormir (y sobre todo después de leer cómo las condiciones meteorológicas no sólo me afectaron a mí), hoy ya me está picando de nuevo el gusanillo. Y las agujetas, de momento, no son tantas.