A Joaquín le gustaba pasear descalzo por la playa. Sentir la impertinencia tibia de los granos de arena y las pequeñas torturas de una piedrecita o una caracola entre los dedos de su pie.
A Joaquín no se le conocía familia, amigos ni amantes. Cuando la soledad lo aplastaba hasta no dejarlo respirar, buscaba alguna puta que, pensando que ya lo había visto todo en la vida, se asombraba de sus solicitudes de delicados masajes y lametones a su pie.
A Joaquín le hubiese encantado, cuando conocía a alguien, estrecharle, en vez de la mano, el pie.
A Joaquín le atacó, en plena adolescencia, una extraña enfermedad, que fue carcomiendo las terminales nerviosas que conducían las sensaciones táctiles desde su piel hasta su cerebro. Sólo se salvó su pie izquierdo. La vista, el oído, el olfato o el gusto pueden sufrir alucinaciones, el tacto es el único sentido que nos demuestra irrefutablemente que la realidad existe. Joaquín pendía, como una araña en un vendaval, de un sólo hilo que lo unía al mundo real.
A Joaquín, un día, se le ocurrió cortarse el pie.
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6 comentarios:
¿Joaquín? Qué nombre más raro.
Joakín era sabio ...
Pues a mi me han gustado las pequeñas torturas de una piedrecita o una caracola entre los dedos de su pie.
Pobre Joaquín!
Genial tu idea... ahí va mi pequeña aportación.
http://jokspage.blogspot.com/2008/11/las-verdaderas-cicatrices.html
besos
JODER!!!...
Es muy bueno, pero me ha dado mucha pena que se cortara el pie, hostias!!!
besitos.
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