SIN FOTO, SIN TÍTULO

La tarde está calmada, no hace viento, no hace frío y alguien se entretuvo en cepillar las nubes. Primera vuelta, segunda, intento correr deprisa, como si por ir a más velocidad consiguiera que anocheciera más tarde. De pronto, al girarme para la tercera, el poniente se ha encendido. El cielo sangra por heridas rojas, violetas, naranjas… ¡Qué derroche! El suelo ya casi está oscuro, pero salto entre charcos que reflejan el atardecer con tanta exactitud que puedo imaginar que no son charcos, sino agujeros que atraviesan el planeta y me dejan ver también la fiesta de luces al otro lado. Como un gruyer cósmico. Un chute de energía me recorre y corro aún más deprisa, aún más feliz. Fisco, Tigre, ¡miren qué bonito! Pero no levantan la cabeza, afanados con sus olfateos y sus marcas. Qué pena no poder compartirlo, qué pena que no sean capaces de verlo como yo lo veo, pero quizá sí, quizá sí lo comparten y lo expresan, quizá no hay otra manera de sentirlo que como lo hacen ellos, porque es un largo guauuu! lo que escapa de mi boca.