El escritor está sentado debajo de una gran pancarta. Una fila de personas ilusionadas, con su último libro bajo el brazo, recorre las montañas de libros más vendidos, se retuerce entre las estanterías de cuentos infantiles y llega aún más allá, a los territorios de los perfumes y la bisutería.
Está cansado. Lleva ya un par de horas firmando libros, sus dedicatorias se han vuelto mecánicas, apenas levanta la vista para dedicar una sonrisa breve al siguiente, la siguiente, la siguiente, el siguiente…
Otra mano alarga un libro. Esta vez no es su último best seller, sino un ejemplar manoseado de uno de sus libros de cuentos. El tiempo ha redondeado las esquinas de las tapas, los grises de la ilustración de la portada han virado a una suerte de sepia.
El escritor recorre con su mirada el camino que va desde la mano que le acerca el libro hasta la cara de una mujer, entrada en años, que le sonríe con ojos emocionados. Vaya, hacía tiempo que no veía un ejemplar de mi primer libro. Fue una tirada pequeña. Y hace tanto tiempo ya. Dígame su nombre. María.
Mientras abre el libro buscando la página en blanco piensa que la ocasión merece una dedicatoria algo más especial. Pero la primera página está ya rellena. El escritor reconoce su propia caligrafía, rejuvenecida, su propia firma. Para la desde siempre entrañable María… Vuelve a mirar sus ojos, su cara, pero no siente ni un atisbo de reconocimiento. Aquella mujer le es completamente desconocida.
Está cansado. Lleva ya un par de horas firmando libros, sus dedicatorias se han vuelto mecánicas, apenas levanta la vista para dedicar una sonrisa breve al siguiente, la siguiente, la siguiente, el siguiente…
Otra mano alarga un libro. Esta vez no es su último best seller, sino un ejemplar manoseado de uno de sus libros de cuentos. El tiempo ha redondeado las esquinas de las tapas, los grises de la ilustración de la portada han virado a una suerte de sepia.
El escritor recorre con su mirada el camino que va desde la mano que le acerca el libro hasta la cara de una mujer, entrada en años, que le sonríe con ojos emocionados. Vaya, hacía tiempo que no veía un ejemplar de mi primer libro. Fue una tirada pequeña. Y hace tanto tiempo ya. Dígame su nombre. María.
Mientras abre el libro buscando la página en blanco piensa que la ocasión merece una dedicatoria algo más especial. Pero la primera página está ya rellena. El escritor reconoce su propia caligrafía, rejuvenecida, su propia firma. Para la desde siempre entrañable María… Vuelve a mirar sus ojos, su cara, pero no siente ni un atisbo de reconocimiento. Aquella mujer le es completamente desconocida.
11 comentarios:
Esto ES un cuento. Gracias por ofrecérnoslo, pero no dejes que se pierda entre la maraña de hilos de la red.
Absolutamente delicioso.
Lo he leido tres veces, y las tres veces me produjo sensaciones diferentes pero igualmente buenas.
Bello post.
La mente siempre quiere más, mi mente me dice lo que he de ponerte en este post: por favor, maría escribe más...tienes esa forma directa, sin recovecos de llegar donde tienes que llegar...
me encanta...
bsss
Es muy bueno. Tiene razón Andy cada vez que lo lees puedes captar como nuevos matices. Me ha gustado mucho.
Espero leerte más.
bikos!
Pues yo creo que la dueña de este viejo libro es una antigua novia del escritor. Pero han pasado tantos años, la vida ha hecho tanta cicatriz, que él ni la reconoce.
Ella sí recuerda todo.
No volverán a encontrarse.
Slds.
No se si es un cuento, pero es muy bueno...tiene miga y da que pensar.
Petons
Se me ha puesto la carne de gallina y a las 7:30 de la mañana ya me has hecho soltar una pequeña lágrima..
Precioso...
... de verdad que no la recuerda? ... siempre entrañable ... y no la recuerda? ...
...
... no es que sienta lástima ... seguro que han tenido momentos especiales ...
... pero si no la recuerda ... será por algo? ... la vida es jodida ... yo también tengo lagunas que no debería tener ... pero no creo que me preocupe mucho ... debería? ...
Salud ... y voy a seguir un rato más con esto ...
Me ha gustado mucho pero también me ha entristecido...
No concibo asociar en mi mente las palabras entrañable con olvido...al menos sé que yo no podría hacerlo...
(bueno, igual el tío tenía principios de alzheimer, todo puede ser, claro).
besitos.
A mí me recuerda a las calabazas que me han dado algunos chicos que me gustaron de jovencita...
Evocadora y traicionera memoria...
Como decía Oscar Wilde: "Perdone que no le recozca: he cambiado mucho".
Cuento abrumador...
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