Por el camino hacia Nepal voy recogiendo piedritas de entrenamientos que valen por sí mismos como pequeños viajes cercanos. Este fin de semana dormí en el hombro del Teide, su cono a un lado, el espectacular cráter de Pico Viejo al otro, tres mil metros de isla bajo mí y por encima, el firmamento rebosando y dejándose caer. Me desperté muchas veces durante la noche y era un regalo sacar la cabeza del saco, que me diera el aire frío en la cara y abrir los ojos para que se me llenaran de estrellas.

Es un misterio cómo una montaña puede ser un mundo, lleno de regiones nuevas que descubrir.
Y por otro lado, tengo nueva viejita en casa.
Esta es Linda (la de la izquierda).

Otra perrita de acogida de la perrera que me tiene conquistada.
Es cariñosa, activa, sonriente y, a pesar de sus 14 años, llena de energía.
Como no aparezca familia para ella pronto, me parece que de mi casa no sale.