jueves, 24 de febrero de 2011

Tata



Cuando lo vi por la acera, caminando con la mirada perdida en el suelo, arrastrando levemente los pies, el pelo azabache y las manos en los bolsillos, lo reconocí al instante. Es el hijo mayor de Tata. Está hecho un hombre. ¿Qué será de su vida?

Lo recuerdo con la cara sucia y la ropa que nunca era de su talla, asido del borde del jersey de su madre. Siguiendo con sus delgaduchas piernas el deambular de Tata, que siempre llevaba en brazos algún otro chiquillo.

Nunca supe cuantos hijos tuvo Tata. Le salían chiquillos y se perdían de vista con el tiempo. Tata se trababa al hablar, caminaba un poco raro, con la cabeza siempre inclinada a un lado y la pose desgarbada. Se veía a la legua que no tenía todos los tornillos de la cabeza consigo.

Tata se quedaba preñada cada dos por tres y las vecinas que le regalaban algo en la venta o le daban la ropa que se le había quedado chica a sus hijos le decían pero Tata no te acuestes con hombres, que ya no puedes con más niños. Y Tata siempre contestaba Peo eh que me guta.

Un día me enteré que Tata había muerto. Pero hoy supe que su hijo vive en el mismo barrio.


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