viernes, 3 de febrero de 2012

dolantina

Nunca había estado ingresada. Bueno sí, de pequeña para quitarme las amígdalas, pero no me acuerdo de nada. Así que todo ha sido una experiencia. Debe ser que con los miomas me han quitado también mi racha de pesimismo, porque a pesar del dolor, que ha sido abundante, y de las incomodidades de pasar cinco noches en un hospital (que los que lo han pasado saben de lo que hablo, allí no hay quien duerma), saco muchas y buenas lecciones positivas.

Sentirme de un momento a otro de nuevo una persona frágil y completamente dependiente de los demás, como un bebé, me ha hecho valorar más aún la salud y la independencia. Sentir que la mano en mi mano de mi madre alivia más que la dolantina... que los amigos-amigos son más y mejores de lo que creía y que están ahí cuando los necesito... sentir que el cuerpo es una máquina maravillosa y que por mal que me sentí, en pocos días todo cicatriza y ya me voy pudiendo mover mejor...

Entrenar la paciencia, la diplomacia y la flexibilidad...

Pero por otro lado, también darme cuenta de que quizá ya llevo demasiado tiempo viviendo sola y tengo mis manías... y a pesar de todo el cariño y mimos recibidos, estar contenta de volver a estar en mi casa, a mi manera...